FRANQUICIAS DE LA RISA

En un capítulo de los Simpson, Bart entraba en una tienda de juguetes y al salir se había convertido en un Starbucks. De hecho, en ese mismo capítulo, en toda una calle los Starbucks aparecían como las setas en un bosque otoñal.

Si cerramos los ojos dentro de un Starbucks y nos sitúan de espaldas a la ventana, podemos estar en París, Edimburgo, Londres o Madrid. Y el negocio es el café, algo que tienen todas las ciudades, es decir: ¿Lo importante es el producto? Parece que lo importante es el concepto. Pues ese concepto pretende exportar el ex directivo de Microsoft, James Shively, a la marihuana. Pero ¿Cómo hacerse con un negocio que potencialmente es millonario con una sustancia hoy por hoy ilegal? Pues Shively pretende importar de manera legal cannabis de Mexico para comercializarlo en EEUU para uso recreativo y médico.

Las semillas de marihuana viajarían a Estados Unidos y desde allí, según sus planes, se expandirían en franquicias, una marca en camisetas, cartas de productos, información al consumidor... Incluso el ex presidente de México, Vicente Fox, ha declarado: “En México damos la bienvenida a esta iniciativa porque el costo de la guerra -contra las drogas- en el caso de México es insostenible”.

Además, esta iniciativa lleva aparejada la puesta en marcha de un estudio sobre el aceite de cannabis concentrado aplicado a la lucha contra el cáncer y otras enfermedades. Es decir, que no sólo se contempla su uso lúdico, sino también su utilización como tratamiento alternativo a una serie de dolencias.

Por ahora, nos resulta inimaginable una cadena de locales en los que podamos consumir y comprar marihuana, pero convivimos con la permisividad holandesa y no parece que las estadísticas sean desalentadoras en lo que se refiere a lucha contra el narcotráfico o adicciones en este país, con una de las leyes más permisivas del mundo. Habrá que esperar un poco pero dentro de nada pediremos cinco porros para llevar y pasearemos nuestra bolsa de cartón con una hoja de cannabis impresa con la misma tranquilidad con que ahora bebemos un frappuccino.